Nunca es verdad lo que decimos sobre nosotros. Siempre elegimos lo que queremos que otras personas conozcan sobre nuestra personalidad. Lo que puedo decir de la mía - sea verdadero o no - es que soy extraña. Siento conforto cuándo escribo en otra lengua pues puedo esconderme mejor, puedo fingir mejor, pero puedo también decir lo que pienso sin amarras o sin juicios. Las palabras salen diferentes, con otro sonido, con otros significados, alcanzando, tal vez, otras sensaciones.
Soy como una especie de hierba cualquiera. Poseo algunos principios propios, como aquellos que hacen con que la planta sea reconocida aquí o en cualquier parte del mundo: el olor, el formato de las hojas, la calidad de la savia que corre dentro del tallo. En mí, las cosas que no se cambian son aquellas como el color de los ojos, o el formato de la boca, y aún la sangre roja que pasa por las venas llevando el código genético, tanto físico como psicológico.
Porque todo lo que resta es en absoluto cambiante, como lo es también la hierba, que depende de las condiciones del medio para brotar y crecer. Todo lo que en mí es cultural se construye todos los días, pues me alimento de letras, sonidos, imágenes y otras cosas que hacen con que mi personalidad sea siempre un reflejo filtrado del que llega hasta mí por el camino que la arte recorre.
Por eso es tan difícil decir quién soy yo, por eso es imposible para mí quedarme en el mismo lugar por mucho tiempo, por eso no puedo dar garantías de mis sentimientos a nadie, por eso no necesito (como mucha gente...) mostrar a los otros que soy quién soy, pues yo misma no lo sé. Mañana puedo pensar diferente, podría aún, escribir esto con palabras muy diversas. Mañana la luna ya es otra, con menos luz de este lado do que hoy, y más alumbrado del otro lado que ayer. Pues yo, lo que es seguro que sepa, es que soy su hija.
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