Atardece. Persigo un bulto negro aunque mis pies estén heridos.
Debería volver al hogar, de donde mi fe me señala un débil adiós. No quiero retornar a lo que conozco. Además, no temo el destino. Mis pies dejan huelas rojas que me pueden apuntar el camino de regreso si me fatigar en algún momento.
Sigo buscando el fugitivo que ni siquiera veo, todavía lo siento muy cerca. Es como se lo reconociera el olor.
El sol se pone. La última oportunidad de encontrar el camino se apaga.
Hay luna, un brillo fugaz escondido por las hojas gigantes del bosque encantado convertido en el escenario de mi persecución. Corro jadeante. No hay luz que me guie o me aplaque.
El bulto llega a un río de aguas turbulentas y vacila preocupado. Mira hacia atrás y me ve.
"Casi... Lo alcanzaré pronto".
Él sonreí al adivinar mi pensamiento. Los dientes se me enseñan todo su sarcasmo, aunque no haya sonido en su carcajada.
El fugitivo abre los brazos y su abrigo se agita.
"Casi"... Mis manos casi lo están alcanzando cuando él salta y me deja atónita.
"¿Quién es este ser que vuela sobre las aguas? ¿Qué criatura osa huir de mi?"
Me despierto aún buscando mi alma que todavía sigue dormida en la oscuridad de la noche.
- ¡Duérmete ahora!- ella susurra - ¡o jamás tornaré! - la amenaza sale de sus dientes puntiagudos.
Obedezco confundida y cierro los ojos despacio para que mi alma no me deje, tampoco me muerda. Luego me dispongo a rivalizar mi bulto audaz con el olvido y el sueño.
Vuelvo a dormir.
Vuelvo al hogar.
Ninfa Negra
No hay comentarios.:
Publicar un comentario