Todos los días me despierta con cantigas de almas ajenas.
Baila conmigo como se supiera del calor insoportable que me envuelve.
Durante el día casi no lo percibo,
me acompaña como una brisa suave
que a veces juega con mi pelo
buscando mi atención.
Pero es después que el sol se pone que el viento se revela.
Se vuelve invisible
y no se sabe si viene desde las profundizas de la tierra
o si atravesó el mar.
Aunque que se le reconozca la canción,
ya no es la misma voz que me encanta…
Los cuentos que me embalan en la cuna
son de fantasmas vivos
o de amores muertos.
Y cuando me besa
no lo hace para que me adormezca.
Él desea suspiros
que le permitan
hallar el amanecer.
Ninfa Negra
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