La mujer que me mira a través del espejo
es otra, no yo.
Lleva demasiada profundidad en la mirada.
Vivir con intensidad es un regalo
que ella sostiene como un peso en las espaldas.
No. No es mío ese revés de sonrisa sincera.
¿Y cuántos años tiene?
Seguro que ella tuvo más tiempo,
más enseñanza,
y modelos mejores.
No, no.
La del espejo también dispuso de más permisos.
Su espíritu me parece libre
y su genio ya fue amansado.
No. No. No soy la otra
y siquiera deseo conocerla.
Todavía voy a vestirle con una prenda negra.
Temo su vista fija
y sus ojos que ven alma.
Ninfa Negra.
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