martes, 17 de junio de 2008

Las penas de la sirena

La sirena fue condenada por algún crimen que cometió en su pasado lejano: Jamás conocería el amor verdadero. Para distraerse, cantaba y mataba.
Después de años de matanza, no más aceptaba solamente atraer los marineros con su canto hasta ahogarlos. Un minuto antes que se ahogase, ella interrumpía su canción para que su víctima despierta supiese cómo iba a morir... Nunca reconoció nada más que el horror en los ojos de sus víctimas. Después de cada muerte, la sirena se sentía vacía y tal vez por éso buscaba otras víctimas.
Un día encantó a un hombre que tenía un gemelo idéntico: José. Mientras su hermano se ahogaba, José se lanzó al agua para salvarle. En su busca mojada, encontró la sirena que cantaba cada vez más alto para también encantarle. Le fue inútil...
Agotada, la sirena se calló al mismo tiempo que José intentaba llevar su hermano casi muerto a la superficie. La lucha del hermano le enterneció y, por primera vez la sirena supo lo que era el amor. Conmovida, no mató a los hombres, libertándoles de su hechizo.
Dos veces maldita, los dioses condenaron la sirena a caminar por la tierra y amar los hombres, transformándose para tal hecho en mujer.
Una vez vio José mientras vagaba por una calle sombría del puerto. Le llamó pero él no le oyó. Siquiera podría. José era sordo.

Ninfa Negra

2 comentarios:

  1. Para el niño que habla con un filósofo, como un filósofo...
    O sea: Para Iori y Josué.
    Gracias a los dos por inspirarme.
    Y no. No me importa que esta historia no sea la verdadera. A mí sólo me importa la historia.

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  2. "Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio."

    Franz Kafka

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