Iara es bella,
de mirada dulce.
Su voz suave alza los dioses
sin jamás contar los secretos que le confían.
Del mar se irgue blanca,
se echa a la arena y se entrega
para se tornar mujer.
Aría es el resto.
Tan pacífica como un océano.
También es hija del agua y el viento, en fin.
Sus humores oscilan
para tocar el fondo de arena del mar
o las nubes del cielo.
O algo entre los dos.
La pobre Iara no puede dejar el mar.
Es demasiado perfecta para pisar en suelo sucio
sin que él le absorba el alma.
Envía su hermana.
Y le pide un presente.
En tierra,
Aría se confunde con tantas mujeres hasta que se pierde.
Reconoce que todas llevan su esencia.
Igual a toda mujer hecha, Aría ama.
Sin embargo debe regresar al mar en toda luna llena
para regalar la hermana, aunque nunca logre ponerla contenta.
Una noche, el enamorado de Aría le sigue.
Cuando amanece
Iara disimula una sonrisa satisfecha
mientras Aría llora en la playa
sobre el cuerpo del amado.
Iara le consola.
Le ruega que vuelva a la tierra
para encontrar otro amor,
prometiéndole que el próximo será el verdadero.
Tan sólo Aría le vuelve las espaldas,
Iara jura que no lo hará más,
que no llevará otro hombre
para su lecho
en el fondo mar.
Ninfa Negra
Ninfa Negra
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