jueves, 13 de octubre de 2011

Trece de Octubre

Despeinado,
la cara por lavar
y un gusto de café en la boca.
Cambió las ropas
sin arreglar la cama.
No pensó.
Salió a la calle.
Había días que no dejaba la casa
por simple pereza.
Era un inerte,
aquellas personas que se quedan
en su estado de desánimo
con la vida que eligen.
No tenía fuerzas siquiera para reclamar.
Estaba harto.
Caminó por el mundo
con ojos ávidos
valorando desde la brisa hasta la luz.
Aprovechó el día
con la alegría de los libertos.
La Dama le vigilaba.
¡Otro!” Ella dijo con asco.
Otro que sólo descubre la vida
en el último momento”...
La Dama no tuvo pena.
¿Por qué debería?
Si los otros no sabían valorar
el soplo divino de vida,
Ella lo sabía,
aunque su función fuera
despertar a los tontos
con el beso de la muerte.

Ninfa Negra

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