Hubo un tiempo en que las brujas soñaban con poesía.
Eso siempre les resultaban dibujos mágicos.
Al volar sus hechizos trazaban los cielos.
A veces eran azules,
otras veces grises,
pero el aire alrededor de todo
era siempre liviano e intocable.
Con paciencia dibujaban incontables huellas resistentes
que se sobreponían hasta transformarse en polvo,
y después cambiaran el polvo en tierra...
Originaran el suelo que sustenta rastros y sombras,
y hicieran rocas para apoyar cualquier realidad.
Los seres de agua eran límpidos, inmaculados,
pero sin forma.
El dibujo les dio el anhelo de cambiarse su estado.
Seres de fuego eran bellos e imprevisibles,
aunque amables en noches frías.
Caminaban entre océanos de ira y resentimiento
cuando eventualmente perdían el control.
Elementos opuestos debían ocupar sitios cercanos
en todos los dibujos,
como en una mandala.
Así es que dibujaran
el fuego para ser sediento,
aire y agua para que necesitasen apoyo y forma,
y dibujaran la tierra para se tornar barro.
Ninfa Negra.
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