Él vacilaba manteniendo los ojos bajos
buscando en la profundidad de la tierra
lo que había perdido.
Su mujer era hecha de polvo:
la novia ciega
llevaba la boca abierta,
ansiosa por carne.
Él se le acostó buscando su vientre ávido.
Su cuerpo fue devorado
y casi no le quedó alma.
Una vez él estuve entre los vivos:
había los que se arrastraban
y había los que caminaban.
Humanos que caminan
temen a Dios.
Los otros
temen a la Muerte.
Se da igual con los espíritus.
Los que antes caminaban,
se desprenden de la carne
y se juntan al Señor.
Los que se arrastraban
siguen su media vida
junto a los gusanos.
Espíritus podridos
todavía necesitan redención.
Ninfa Negra.
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